Esto que os voy a contar no es una manualidad, es una faena. El otro día me manché unos pantalones rojos de lejía. Pensé que no me había salpicado y al rato, aparecieron un montón de manchitas amarillentas. Lo malo, es que se notaba un montón y no me los puedo poner así.
Luego pensé que tal vez podría disimularlo con un poco de pintura. La verdad es que con un rotulador rojo da el pego. No se nota para nada dónde estaban las motitas. El problema habría sido si el pantalón hubiese sido de un color que no fuese ni negro ni rojo intenso (porque es muy difícil encontrar un rotulador permanente del mismo tono).
Así que si os pasa lo mismo que a mí, ya tenéis una idea para no tener que convertir una prenda que os guste en trapos de cocina.
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